A partir de 1881, Auguste Rodin (1840-1917) inició su famosa escultura “El beso” como una representación cercana a lo que hizo Dante Alighieri con el infierno en su famosa obra La Divina Comedia. Sin duda alguna, es la obra que más satisfacciones trajo a su vida profesional y personal.
Paolo Malatesta y Francesca da Rimini son los personajes que forman parte de este excelente trabajo de Rodin, que formaron parte de una etapa histórica trascendental en pleno comienzo del medioevo. El beso sería el acto final de ambos protagonistas antes de su muerte, siendo una escena icónica que marcó la diferencia para que este escultor llevase a cabo su producción plástica.
Su estudio es un enigma, porque diversos profesionales en la materia han encontrado esbozos en arcilla que ejemplifican El beso en un estado primario. Posiblemente Auguste de Rodin trabajó muy bien con este material para llegar a un resultado final impecable.
Contenido
Historia de la pieza
La primera manifestación de El beso apareció por primera vez en la obra “La puerta del infierno” encargada a Rodin como una encomienda para decorar el Ministerio de las Bellas Artes ubicado en Francia. Tuvo un vínculo importante que hizo pensar a los intelectuales en su nexo con el infierno conocido en La Divina Comedia, ante el acto cometido por Paolo y Francesca.
El formato inicial de esta escultura llegó a medir 86cm, pero Rodín dejó la posibilidad de amplificar sus versiones, con tamaños variados para el gusto de sus aficionados, o simplemente para un cumplido con algún museo de su país. Octave Mirbeau es el crítico que describió El beso 4 años después de su presentación, en 1885.
En un principio, la pareja retratada por Rodin tuvo que superar algunos obstáculos de la época, porque El beso fue una escena demasiado romántica para el contexto vivido en esos años marcados por el desamparo político.
Por mucho tiempo, Rodin se abstuvo de realizar comentarios sobre el tema, pero más adelante intervino para modificar la silueta de sus personajes, que ahora están ubicados en el segundo círculo del infierno.
Dos años después, la obra fue recibida con buen augurio en París para su exposición, bajo el nombre de Francesca da Rimini. Sin embargo, grandes conocedores del romanticismo reclamaron la falta de indumentaria en la ropa femenina, pues es un rasgo inhabitual para la mujer de ese período para llevar este nombre.
Gracias a esta leve modificación, la escultura pasó a llamarse “El beso”, designación que más nunca perdería. El tiempo sentenció que esta obra sería un éxito para el futuro, al instante que el Ministerio de las Bellas Artes solicitó la edificación de dos ejemplares de gran tamaño, con materiales de construcción en mármol. Ambas tuvieron motivos para conmemorar la Exposición Universal de 1889. Para desempeñar esta tarea, Rodin contrató los servicios de Jean Turcan, un tallador de gran prestigio en Europa.
Surgieron una serie de imprevistos con el tallador para no exponer las obras el año indicado. Casi una década después es la presentación de El beso en el Salón de la Sociedad Nacional de las Bellas Artes (SNBA). El beso tuvo mucho éxito después de iniciar la década de los 90 en Europa y resto de América, pero no fue la obra predilecta para Auguste Rodin porque, de acuerdo a sus declaraciones, él intentó representar a dos figuras más atrevidas, polémicas para la época, que la política no le permitió.
Él catalogó su obra como una escultura “académica” tanto en vestuario como en el acercamiento para este beso, fue la única opción para no continuar con la censura.
Características
Dante Alighieri es el narrador en la historia clandestina entre Paolo Malatesta y Francesca da Rimini. Ambos fueron cuñados en el pasado y posteriormente asesinados por el esposo de Francesca entre 1823 y 1826 por Gianciotto Malatesta, el cónyuge de la fémina. El beso es la máxima escenificación del adulterio, un hecho que sentencia la vida de quien lo comete. Rodin conoció muy bien esta historia de amor y adulterio.
Rodin conoció muy bien esta historia de amor y adulterio. Por tal motivo, aprovechó que ambos estaban leyendo un libro para sellar su enamoramiento con un beso. En cuanto al tema plástico, los cuerpos están completamente desnudos, sin sus atributos naturales.
A Francesca se le distingue en una silueta de seducción hacia el hombre. El hecho de tratarse de una mujer muy pasional es algo inusual para el siglo XVIII, quizá esto resultó atractivo para el público más arriesgado, pero no así para los entes gubernamentales que señalaron con críticas su primera aparición en La Puerta. Para el autor no sólo existe la vista frontal de cualquier representación plástica, porque las mismas podrían ser observadas desde cualquier ángulo sin perder el centro de atención, que en este caso es el beso de dos personajes de la historia universal.
Diferentes versiones de El Beso de Rodin
El beso fue representado en varias propuestas para llenar las necesidades de quienes solicitaron esta figura conmemorativa del siglo XVIII. La más primitiva está elaborada en arcilla, aunque más adelante surgieron en bronce y mármol.
En bronce: El beso de Auguste Rodín se hizo famoso en el siglo XIX precisamente por estar elaborado en bronce, una materia prima que llama la atención en cualquier escultura de esa época. El escultor cedió los derechos a la casa fundidora Gustave Leblanc-Barbedienne para reproducir esta imagen por todo el mundo, especialmente en los museos que estuvieran interesados en adquirir alguno. Cuando el contrato expiró, en 1918, luego de fallecer el artista, otras fundaciones se encargaron de mantener vivo el legado de Rodin.
En mármol: Hasta la fecha, han sido contabilizados tres ejemplares de El beso. Uno de ellos fue destinado por órdenes del gobierno francés, con motivo de observar una gran obra que revolucionó el período del romanticismo. La segunda réplica estuvo contemplada para Edward Perry Warren; esta figura reposa en la galería Tate para el disfrute de los amantes de lo artístico. Por último está la comisionada por Carl Jacobsen. En 1995, las tres figuras estuvieron reunidas en el Museo de Orsay ubicado en París.
Continúa leyendo sobre Las Pinturas Negras de Francisco Goya.